7 jun 2012

banana dream

La sala de los espejos del palacio Doria-Pamphili amaneció infestada de ratas. Cientos de ellas se amontonaban sobre los muebles o colgaban en racimos de lámparas. En la cámara contigua, bajo el retrato de Inocencio X de Velázquez, los guardas encontraron un gato aterrorizado, rodeado por las ratas. Por fortuna, ni un rasguño en el cuadro. Se decidió  no abrir el museo aquel día y el asunto no transcendió a la prensa.
Días más tarde, cuando empezó a circular por Internet el vídeo de dos encapuchados soltando una jauría de galgos en el Prado, salió a la luz el suceso de la galería romana. Pronto, un caballo apareció en el Orsay de París, un oso fue reducido con dardos anestésicos en el Hermitage de San Petersburgo y, el Oslo, hallaron un alce bramando junto a El grito de Munch.
(...)
Un reputado crítico de arte publicó un ensayo sobre el supuesto mensaje de los encapuchados, de quienes surgieron torpes imitadores con sus mascotas, que no lograron sino poner más nerviosos a los equipos de seguridad.
Todo acabó, sin embargo, una madrugada en el Art Center de Des Moines, Iowa, cuando la Policía, cuando la Policía sorprendió en su huida a los intrusos y, entre el revoloteo de cientos de palomas, creyó abatir a tiros a uno de ellos frente a Inocencio X de Francis Bacon. De milagro, ni un excremento de paloma en el cuadro, desde el que el rostro desencadenado del Papa parecía gritarle también, como el agente que acababa de dispararle, al chimpancé adulto que se desangraba en el suelo, todavía con una cámara de vídeo entre las manos.

Sergi Bellver

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