Catalònia, el principito y yo

En estos tiempos de crisis, muchos negocios cierran, pero cuando una libraría echa el cierre se me pinza un poco el corazón.
Hoy, se despide de nosotros una mítica de Barcelona, CATALÒNIA, una librería inaugurada en 1924, en la Plaça Catalunya (aunque después fue trasladada a otro local).

Si hoy siento especial tristeza ante este cierre es por varios motivos.

Las librerías me parecen lugares mágicos, miles de historias, miles de relatos, de aventuras... al alcance de tu mano, encerradas en maravillosos libros.

Me entristece además que las nuevas tecnologías dejen de lado algo tan bonito cómo es un libro, su tacto, su olor... nunca un e-book me transmitirá tanto con tan poco.  

Pero  Catalònia me trae a la memoria  un recuerdo personal. 

En 1987, un viaje estival nos llevó a mis padres y a mí  a ver a mis tíos,  en Barcelona. Una mañana, mi padre, me preguntó si quería acompañarle a tomar un café y dar un paseo. Para mí, que contaba apenas 7 años, era toda una experiencia el pasear por una ciudad que no era la mía, cogida de la mano de mi padre. Nos encaminamos por algunas calles, hoy no sabría decir cuales, hasta que llegamos a la puerta de Catalònia. Mi padre me invitó a entrar y me dijo que eligiera un libro, el que quisiera, que me lo regalaba. Yo, que aunque solía tener decisiones rápidas y me guiaba (guío) mucho por impulsos, aquella mañana decidí tomarme mi tiempo y disfrutar de aquel espacio mágico. Después de mucho buscar y rebuscar decidí coger un pequeño libro, un libro que ya teníamos en casa, pero que al estar escrito en francés yo no entendía. Era un libro con algunas ilustraciones, que a mí me llamaban mucho la atención  (ya empezaba a dar coletazos mi pasión por el arte). Aquel libro era el PRINCIPITO. Aún conservo aquel regalo.

Hoy despido a Catalònia, y sin duda a un trocito de Barcelona y de mis recuerdos se pierden con este ADIÓS.